La postura del cuervo es una de los primeros equilibrios con brazos que la mayoría de los practicantes intentan aprender. Lo genial de este tipo de equilibrios es que no solo te refuerza físicamente y aumenta tu estamina, sino que también te proporciona valentía y confianza. A medida que empezamos a tomar más riesgos en nuestra esterilla de yoga, empezamos a tomar más riesgos en la vida, dándonos cuenta de que podemos levantarnos incluso si nos llegamos a caer. Recuerda seguir siempre practicando y en poco tiempo estarás volando.
Paso 1
Comienza colocándote con tus piernas abiertas, más allá de la altura de tus caderas. Dobla las rodillas y lleva el tronco entre las piernas.
Paso 2
Coloca tus manos en el suelo, con los brazos abiertos a la misma altura de tus hombros. Abre tus dedos ampliamente. Asegúrate de que tus manos estén colocadas más hacia delante, con el dedo medio directamente perpendicular a tu muñeca. Levanta tus caderas lo suficientemente altas como para que tus rodillas lleguen a tus axilas. Dobla los brazos, y lleva tus codos hacia dentro.
Paso 3
Después, ves levantando tus pies apoyándote en la parte delantera estos, y ves notando cómo poco a poco el peso va recayendo sobre las manos. Comprime tus muslos interiores para atraer tu suelo pélvico y tus abdominales inferiores. Ves bajando tus omoplatos lejos de tus orejas y fuerza los tríceps.
Paso 4
¡Y ya estamos listos para alzarnos! Sigue apoyando tu peso en las manos y empieza alzando tus pies uno primero, y luego el otro. A medida que vas levantando las piernas, sigue comprimiendo tus muslos y mete tu barriga hacia dentro.
Paso 5
Mantén la mirada hacia el frente para mantener el equilibrio. Estira los dedos de los pies para activar la línea central de tu cuerpo. Intenta mantenerte así de unas 3 a 5 respiraciones. Baja cuando lo necesites y, si te caes, ¡sigue intentándolo!
Recuerda seguir siempre con tu práctica y, si no lo consigues a la primera, ¡continúa intentándolo!